«Hoy el mundo de la humanidad necesita de unidad y acuerdos internacionales, y para establecer estos importantes principios fundamentales se precisa de un poder generador»

New York, Diciembre 1912

‘Abdu’l-Bahá, era el hijo mayor de Bahá’u’lláh (fundador de la Fe Bahá´í), nació el 23 de mayo de 1844 en Teherán, capital de Persia, la actual Irán. Se le dio el nombre de ‘Abbás, pero después del fallecimiento de Su Padre adoptó el nombre de ‘Abdu’l-Bahá, el “Siervo de la Gloria”. A través de Su vida de servicio a la humanidad, se hizo conocido como la encarnación viviente y el ejemplo de las enseñanzas de Bahá’u’lláh.

Centenario de la
ascención de 'Abdu'l-Bahá
(1844 - 1921)

Él fue la humildad personificada, el perfecto ejemplo de las enseñanzas bahá´ís, un bondadoso sabio y un Maestro inspirado, que conmocionó con sus palabras y hechos a todos los que le conocieron y cuya vida es una referencia para quienes desean caminar por el sendero de la perfección humana.

Fue designado por Bahá´u´lláh como el Centro de Su Alianza y el único intérprete autorizado de Sus Enseñanzas, a quien todos los bahá´ís deberían volverse después de Su fallecimiento.

‘Abdu’l-Bahá afirmó una y otra vez que era un “heraldo de la paz y la reconciliación”, “un defensor de la unidad de la humanidad” y un agente que llama a la humanidad al “Reino de Dios”.

A pesar de la aclamación que se le dio, siempre dejó en claro que Bahá’u’lláh era la Fuente de Su pensamiento. En una carta a Sus seguidores en América, escribió:

“Mi nombre es ‘Abdu’l-Bahá. Mi calificación es ‘Abdu’l-Bahá. Mi realidad es ‘Abdu’l-Bahá. Mi alabanza es ‘Abdu’l-Bahá. La servidumbre a toda la raza humana mi religión perpetua…»

El 28 de noviembre de 1921, a la edad de 77 años, ‘Abdu’l-Bahá falleció tranquilamente mientras dormía. En el momento de Su muerte la Fe Bahá’í se había extendido a unos 35 países.

Vida de

'Abdu'l-Bahá

El 23 de mayo de 1844 ocurrió un evento trascendental en la historia humana. En la ciudad de Shiraz, Irán, el Báb declararía el comienzo de un nuevo ciclo religioso para el mundo.

Ese mismo día nacía un niño en Teherán. En honor a Su propio padre, Bahá’u’lláh llamó a Su hijo recién nacido, ‘Abbás. Sin embargo, con el tiempo, ‘Abbás optó por llamarse ‘Abdu’l-Bahá, el “Siervo de Bahá”, y, por Su vida de servicio a la humanidad, llegó a ser conocido como la personificación viviente y ejemplo de las enseñanzas de Bahá’u’lláh.

Desde su niñez compartió la persecución, el exilio y el encarcelamiento a que fue sometido Su padre durante más de 40 años. Tenía ocho años cuando fue llevado al calabozo de Teherán, donde vio a Su amado padre encorvado bajo el peso de las cadenas. Con los años, se convirtió en el ayudante y compañero más estrecho de Su padre. Las cualidades innatas de generosidad, inteligencia y humildad- le valieron la admiración de Bahá´u´lláh y el título de “Maestro”

«Imbuida de las mismas virtudes que los hombres, elevándose a través de todos los grados del desarrollo humano, las mujeres llegarán a ser a la par de los hombres, y, hasta que esta igualdad no sea establecida, no se facilitará el verdadero progreso y logro de la raza humana.»

Desde aquella tierna edad hasta sus setenta y siete años cuando, ya cumplida su labor, abandonó su vestidura física, ‘Abdu´l-Bahá vivió una vida de total abnegación, de un inquebrantable e incalculable servicio a Dios y a la humanidad. A pesar de los muchos títulos conferidos por Su padre, Él prefirió ser conocido por el nombre de ´Abdu´l-Bahá, el Siervo de Dios.

´Abdu´l-Bahá se condolía con el desconsolado, el herido y el afligido con profunda compasión y regocijaba con alegría el corazón. Miles de personas se agolpaban en su puerta en busca de alivio y con todos ellos se mostró generoso. Nadie halló la puerta cerrada, nadie fue rechazado, nadie dejó su presencia con las manos vacías. Él no esperaba que los deprimidos y los descontentos fuesen a Él, Él mismo salía a su encuentro para servirles. A menudo se desprendía incluso del abrigo que llevaba puesto para regalarlo a algún necesitado. Cuando los primeros bahá´ís fueron desterrados a la lóbrega prisión de Akká, fueron muchos los que cayeron enfermos de fiebres tifoideas, malaria y disentería. ´Abdu´l-Bahá  los limpió, alimentó y reconfortó. Los eruditos y sabios también iban a Él y bebían abundantemente de la fuente de su sabiduría. También los gobernantes y potentados hombres de estado y generales venían y encontraban en ´Abdu´l-Bahá un consejero cuyos motivos eran generosos y desinteresados.

«Investigad la verdad y ella os hará libres. De este modo veremos la verdad en todas las religiones, pues está en todas ellas y la verdad es una.»

Sabiduria de ‘Abdu’l-Bahá, Charla 42, pagina 165

El Centro de la Alianza

«Hasta que todas estas barreras erigidas por los prejuicios no sean derribada, no será posible que la humanidad alcance la paz.»

Sabiduría de ‘Abdu’l-Bahá, charla 46. Pag 176

En Su Libro Más Sagrado, Bahá’u’lláh estableció un pacto con Sus seguidores, ordenándoles que se volvieran, después de Su muerte, a ‘Abdu’l-Bahá, a quien Él describe como “Aquel a quien Dios propuso, de quien es esta Raíz Antigua». La autoridad de ‘Abdu’l-Bahá como el “Centro de la Alianza” también se estableció en otros textos, incluido el Testamento y la Voluntad de Bahá’u’lláh.

Desde el momento de la muerte de Bahá’u’lláh, ‘Abdu’l-Bahá supervisó la expansión de la Fe de Su Padre a nuevos territorios, incluidos América del Norte y Europa. Recibió un flujo constante de peregrinos tanto de Oriente como de Occidente, mantuvo una extensa correspondencia con bahá’ís e investigadores de todas partes del mundo y vivió una vida ejemplar de servicio a la gente de ‘Akká.

La cuestión de la sucesión religiosa ha sido fundamental para todas las religiones. La ambigüedad que rodea a los verdaderos sucesores de Jesús y Mahoma, por ejemplo, llevó a diferentes interpretaciones de las sagradas escrituras y a una profunda discordia tanto dentro del cristianismo como del Islam.

Garantizar a través de ‘Abdu’l-Bahá un Centro al que todos acudirían fue el medio por el cual pudo difundir Su mensaje de esperanza y paz universal a todos los rincones del mundo. Este Pacto fue el instrumento que aseguró la unidad de la comunidad bahá’í y preservó la integridad de las enseñanzas de Bahá’u’lláh. Sin ‘Abdu’l-Bahá como su Centro, el enorme poder creativo de la Revelación de Bahá’u’lláh no podría haber sido transmitido a la humanidad ni comprendido plenamente su significado.

‘Abdu’l-Bahá interpretó las enseñanzas de la Fe de Su Padre, amplió sus doctrinas y esbozó las características centrales de sus instituciones administrativas. Fue el guía infalible y el arquitecto de una comunidad bahá’í en rápida expansión. Además, ‘Abdu’l-Bahá ejemplificó tal perfección en Su comportamiento personal y social, que a la humanidad se le dio un modelo perdurable para emular.

«Todos los prejuicios religiosos, raciales, patrióticos y políticos deben ser abandonados dado que estos destruyen el verdadero cimiento de la humanidad.»

Los viajes de

'Abdu'l-Bahá

Tras la Revolución de los Jóvenes Turcos ocurrida en 1908 llegaba a su fin  la dominación otomana sobre Palestina, hecho con el que se ponía fin a los cuarenta años de encarcelamiento de ‘Abdu’l-Bahá. En 1911, ‘Abdu’l-Bahá se embarcó en un periplo de tres años que le permitió compartir las enseñanzas de Bahá´u´lláh  en Europa y Norteamérica. Durante Sus viajes se convirtió en el nexo de unión entre los orígenes de la Fe bahá´í en Oriente y su actual arraigo en Occidente.

La primera mención pública de la Fe bahá´í en Norteamérica fue en 1893 durante el Parlamento de la Religiones del Mundo, acontecimiento integrado en la Exposición Mundial Colombina de Chicago. Los viajes de ‘Abdu’l-Bahá por los Estados Unidos y Canadá duraron 239 días, durante cuyo transcurso visitó más de 40 ciudades.

Recibido con la aclamación y respeto tanto de los bahá´ís  como del público en general, pudo hablar ante distinguidas organizaciones y audiencias en universidades, iglesias y sinagogas, así como en los hogares de destacadas personalidades.

A lo largo de Sus visitas, ‘Abdu’l-Bahá insistió en que todo foro en donde hablase estuviera abierto a personas de todas las razas. En numerosas ocasiones, a fin de promover la igualdad de género apeló con franqueza abogando para que se reconociesen los derechos de la mujer.

Sus visitas se distinguían asimismo por determinados actos simbólicos. En una ocasión, en una demostración atrevida del principio bahá´í de eliminación de los prejuicios raciales, en una época en que las uniones de este género eran extremadamente raras y socialmente inaceptables, unió en matrimonio a dos bahá´ís de diferentes nacionalidades, uno blanco y otro negro. En una cena de notables celebrada en Washington D.C., rompió moldes al invitar a un abogado bahá´í afroamericano, Louis Gregory, a tomar asiento a Su derecha.

En 1914, antes del estallido de la primera guerra mundial, ´Abdu´l-Bahá regresó a Palestina. Durante el transcurso de la guerra pasó el tiempo dedicado a aplicar los principios que Él y Su Padre habían promulgado. Organizó en persona un amplio proyecto agrícola cerca del lago Tiberíades con el que ayudó a paliar la hambruna.

«La humanidad necesita dos alas, una la del poder físico y la de la civilización material; otra, la del poder espiritual y de la civilización divina. Con un ala sola el vuelo se hace imposible, por lo que las dos alas son esenciales. Por lo tanto, no importa cuánto progrese la civilización material, ella no puede alcanzar la perfección sino por medio del impulso de la civilización espiritual.»